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La media sanción al proyecto que propone pasar a UTC-4 en invierno y habilitar volver a UTC-3 en verano volvió práctica una discusión que parece técnica pero toca la vida de todos: a qué hora amanece cuando llevás a tus hijos a la escuela, cuánta luz tenés al empezar a trabajar y si realmente se ahorra energía cuando la tarde se acorta. El texto aprobado en Diputados establece como hora oficial el huso UTC-4 y faculta al Poder Ejecutivo a usar UTC-3 en época estival, mientras el Senado define si será ley.
La evidencia científica local señala que nuestro reloj legal quedó corrido respecto de la hora solar: la mayor parte del país corresponde a UTC-4 y una franja cordillerana a UTC-5. Corregir ese desfasaje, dicen especialistas, alinea mejor el ritmo biológico con la luz de la mañana, clave para la alerta y el descanso, y reduce el “jet-lag social” que hoy se siente en escuelas y trabajos que empiezan de noche.
¿Se ahorra energía? No hay una respuesta única. Un informe oficial del Ministerio de Energía (2017) puso en duda beneficios netos: según región y hábitos, el consumo puede desplazarse o incluso aumentar por tardes más oscuras. Otros trabajos locales, en cambio, anticipan menos iluminación artificial en aulas si se adopta el huso geográfico. El saldo final depende de clima, latitud, usos del hogar y del comercio.
También hay debate sobre cómo hacerlo. Cronobiólogos como Diego Golombek apoyan corregir el huso a UTC-4, pero cuestionan alternar “horario de invierno/verano”: el mundo tiende a abandonar esos cambios estacionales por sus costos de adaptación. En términos simples: mejor una hora estable y bien alineada, que una regla que cambie dos veces al año.
En la rutina cotidiana, el impacto se vería así: amaneceres más claros en invierno para entrar al trabajo o a clases con luz; tardes que anochecen antes, con posibles efectos en deporte, ocio y comercio barrial. Ganaría el oeste del país —hoy más “corridos” del Sol— y podrían sentirse más los atardeceres tempranos en el litoral y el este. Para niños y mayores, los primeros días de cambio exigen ajustar sueño y comidas; para quienes trabajan al aire libre, la luz matinal es una mejora concreta.
En síntesis, la modificación reconoce un problema real —un reloj legal desalineado— y puede traducirse en bienestar si se implementa con estabilidad y evaluación seria. Lo responsable es medir año a año qué pasa con sueño, aulas, energía y comercio en cada región antes de fijar reglas permanentes. ¿Vos cómo lo vivís en tu barrio: te ayudaría
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